Ese hombre
Ese hombre…
Es como un veneno en un frasco de perfume fino, o quizá al contrario. ¡No lo
sé! ¡Me confunde! ¿Pero cómo podría amar yo alguien que se dejase revelar
fácilmente? No podría, imposible.
Entonces lo que me rige es una locura transitoria tras una enfermiza idea de
adorarle y odiarme por ello.
No habrá
cosa en el mundo que me haya roto más, que me haya marcado más en la mente y en
la piel.
No hay nada
más en este mundo que me arrebate la serenidad y el pensamiento, que le dé más
sentido a mi existencia y que le quite más sentido a mi vida que ese hombre. No
hay, ni habrá nada que me haga tan feliz, tan impotente, tan yo.
Nada pierde
su febrilidad cuando el misterio de la vida y la muerte sigue latente como
llama encendida en las brasas, y siendo él tan impredecible e indescifrable se
hace inextinguible en la saciedad de mi ocio.
¡Ah! ¡Maldita
bendición, bendita maldición la tuya! Que concibe el insomnio en este cuerpo,
en el lienzo de mi eterna duda, incansable como el viento salado de las olas
errantes en las rocas.
¿Cómo he de
dejarme yo desestabilizar por ese par de cejas abundantes? ¿A mí? Yo que solía
ser tan indomable me he vuelto un ser inofensivo; o quizá sea más letal el
silencio próximo de mis miradas que su crueldad y su fiereza, o tal vez muera
sin remedio en los brazos de mi amado.
Mi hermoso, mi hermoso amado…
AENIBELI
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