El hogar que nunca fuiste
Cuesta aceptarlo pero es verdad: no fuimos una historia de amor, sino, más bien un desliz moderno. Un pasatiempo (quizá para mi) obsesivo, una distracción que se paseó mucho aquí, y aún se pasea (más de lo querido).
Aún me sigo preguntando por qué los dos, qué nos hizo coincidir y conectar, entre tanta gente, pasando tanto tiempo juntos, días, noches, amaneceres, tantos mensajes, fotos, llamadas...
¿Por qué nosotros, si no nos íbamos a querer de verdad?
Qué fue lo que me llevó a querer desear tan insistentemente verte y ser más que una necesidad de compañía, qué me llevó a imaginar situaciones y palabras que nunca vinieron, ni vendrán.
¿En qué momento se volvió todo tan frágil? caímos en picada y nos rompimos. Pero mira como soy, que aún conservo los pedazos, los fragmentos de aquel verano, de aquel otoño, de aquel invierno y de aquel final.
Y los revivo cada cierto tiempo como si pudiese por un instante estar de nuevo allí, y soy tan ingenua que te volví a buscar, con todo y el daño que hacía porque en mi falsa fortaleza por los años transcurridos, encontré que sigues siendo una debilidad que ésta vez queriendo hacer diferentes las cosas, vuelvo a caer en lo mismo.
La historia se repite, me sigues volviendo loca, se detiene todo menos el tiempo que pasa tan deprisa, terminas yéndote otra vez dejándome la misma sensación de no saber qué hacer. Tengo derecho a curarme de ti, el problema es que no sé cómo.
Espero pronto acabar con esto, que es más una lucha constante conmigo y mi afán de dejar esto atrás (como tu muy bien ya lo has hecho).
Que seas muy feliz, que esto termine bien para los dos.
Adiós, no hay después.
Adiós, no hay después.
1:50 am, 10 de marzo.
Comentarios
Publicar un comentario